«Y entonces el Califa le dijo a Scherezada: "Cuéntame una película que me ayude a pasar la noche"».

Al otro lado de la niebla (2023) es el primer documental de Sebastián Cordero (Quito, 1972) y la primera película de su género proyectada en 3D en nuestro país. El sujeto documentado es Iván Vallejo, un escalador que tiene como hazaña el haber subido a las catorce cimas más altas del mundo. El filme cuenta cómo el montañista regresa al Everest en compañía del cineasta quiteño. La meta no es llegar a pico de la elevación. El destino final es el campamento base de esta mega montaña que está al sur de los Himalayas, justo en la frontera entre Nepal, Tibet y China.

La caminata de 12 días en Nepal hacia el campamento base del Everest a 5.364 metros de altura. El filme actúa como el registro de todo lo que los viajeros van encontrando en el camino. Aunque el protagonista parece ser Vallejo, los verdaderos temas del filme son el tiempo y la naturaleza, la vida y la muerte. Cordero ejerce de camarógrafo único durante todo el viaje y también de voz en off. Cada etapa del camino es narrada por un cineasta sorprendido por todo lo que va encontrando.

La cámara utilizada es la Fujifilm XT3 un dispositivo muy pequeño que permite una movilidad fluida. El formato 3D permite admirar mejor elementos de la naturaleza como la poética caída de los copos de nieve, las formaciones rocosas que parecen esculpidas, la profundidad de campo que se aprecia de la mejor manera posible. La grandiosidad de la naturaleza se admira en todo su esplendor gracias a este novedoso formato reservado siempre para la ficción o las grandes superproducciones. El Cordero camarógrafo logra de esta manera imágenes de antología como las del entierro del monje budista, los paisajes níveos, los senderos largos y sinuosos, las tomas del abismo desde lo alto de un puente mientras unas telas amarradas entre sí se agitan al viento…

La música del cuencano que usa el seudónimo de Boris Vian resulta notable por su concretismo. El cineasta nos explica (en la entrevista que nos da en la avant-premiere) que el compositor usa los cánticos de la escena de la cremación del viejo monje, los samplea y los mezcla con ritmos autóctonos como el sanjuanito. De esta manera se produce un diálogo entre los Andes y el Himalaya que se convierte en uno de los grandes aportes del filme. El diseño de las atmósferas sonoras, de gran densidad, captan esa soledad del ser humano en medio del paisaje.

Las referencias al séptimo arte son constantes dentro de este viaje. En algún momento el viajero Cordero habla de Kryzstof Kieslowski, autor de la trilogía de los colores, y cómo éste abandonó el género documental. El cineasta polaco abandona el documental como género porque siente que invade demasiado la privacidad de las personas. En una de esa entrevistas el director polaco, a propósito de El primer amor (1976), sobre dos jóvenes que descubren que van a ser padres por ve primera, confiesa: «Temo esas lágrimas reales. De hecho, no sé si tengo derecho a fotografiarlas. En esos momentos me siento como alguien que se ha adentrado en una zona prohibida”. Mientras el realizador europeo escapa hacia la ficción, Cordero huye hacia la zona prohibida del documental, regalándonos un filme auténtico, genuino, muy intimista, que tiene al viaje como metáfora de transformación espiritual.

Las alusiones al propio cine no se hacen esperar, después de todo el viaje es personal. En la pantalla vemos imágenes de filmes de Cordero como Ratas, ratones, rateros y Rabia. La voz en off rememora los momentos difíciles de filmación. El momento difícil del rodaje de Pescador en el que no se pudo filmar el Cotopaxi porque precisamente la niebla lo envolvía. Es el cineasta que vuelve su vista hacia atrás para reflexionar (en medio de la nieve, desafiando la gravedad y la falta de oxígeno) sobre lo que él es como cineasta. Tanta soledad blanca y tan lejos de casa es el contexto ideal para un examen de conciencia tanto vital como estético.

En la entrevista que le hacemos al cineasta le preguntamos si hay alguna referencia a Werner Herzog que gusta de los documentales en primera persona con viajes a lugares recónditos del planeta. Sebastián nos confiesa que Grizzly Man (2005), sobre el alpinista Timothy Treadwell es su filme de cabecera, y que tuvo que volver a verlo con su equipo de postproducción. Aprovecha para comentarnos sobre su incorregible escepticismo que tambaleó durante esta experiencia profesional y vital: «Creo que este rodaje me enseñó que cuando uno busca las cosas estas encuentran su camino. Sin embargo, sigo siendo un escéptico y sigo cuestionándome todo. Por ejemplo, con este problema social de la seguridad, tuvimos que posponer el estreno de este filme. Me dije que quizá porque la gente no está saliendo de casa, no es el momento ideal de proyectarlo, pero esa duda (de las tantas que tuve en cada etapa de este proceso) se me desvanecido porque creo que ahora es el momento ideal».

Durante la caminata ambos protagonistas intercambian historias sobre los seres queridos que han perdido. El momento cumbre de la película es el encuentro fortuito con un grupo de monjes budistas en un entierro. El monje más longevo de la comunidad ha fallecido y lo están cremando. Los nativos acogen a los extranjeros permitiendo que filmen la ceremonia.

El clímax del filme es la aparición del Everest que está concebido orográficamente como una pirámide de tres caras. Los tibetanos llaman a la montaña más alta del mundo la Diosa Madre de la Tierra. En primera instancia la elevación no iba a aparecer en la pantalla. Los reportes meteorológicos hablaban de mal tiempo. Momento cumbre el de los cielos que se abren para dar paso a esta maravillosa contemplación. Los viajeros están tan conectados con la Madre Naturaleza que se les concede el deseo de sumergirse en esa visión única.

En esta época de las nuevas egologías (el culto al Yo) en redes sociales, en las que los usuarios publican autorretratos de trillados lugares turísticos, este filme se convierte en necesario. Situado en lo más recóndito del planeta, entre las fronteras de Nepal, China y Tibet, estamos ante la historia de un recorrido espiritual, más que físico, donde la desconexión tecnológica constante implica una conexión espiritual incesante primero con Uno y luego con el Otro. Con este filme, Cordero se ha desconectado de sus personajes oscuros del margen, de sus historias oscuras y desesperanzadoras, para darnos una luz sobre nuestra propia existencia. La niebla como metáfora es funcional en este documental por el contexto social y político convulso en el que estamos viviendo. Permítaseme concluir con un lugar común tan necesario: del otro lado de la niebla hay luz y se puede apreciar milagrosamente como se yergue ante nosotros el Everest de nuestras vidas.